Ecos del Taller de Meditación-Oración
El pasado fin de semana del 13-14 de abril nos encontramos en Galapagar (Madrid) 24 personas procedentes de distintos lugares de España para participar en el taller de Meditación-Oración organizado por Acit Joven y dinamizado por Elia Fleta.
La mañana del sábado se dedicó principalmente a aprender a respirar, hacer silencio, y relajar el cuerpo, para posteriormente hacer varios ejercicios de visualización. Entre estos espacios de visualización realizamos una con la aplicación de los cinco sentidos al texto del evangelio de la eucaristía del domingo. Las puestas en común, la eucaristía del sábado cerraron un día completo que tuvo su complemento en el trabajo de meditación-oración del domingo con el texto del joven rico.
Estos son algunos testimonios de varios jóvenes participantes en el encuentro:
“Conexión. Esta es la palabra que mejor resume mi experiencia durante el taller de meditación-oración. Durante el viaje de vuelta, me preguntaba cuánto tiempo empleamos al día en estar conectados a muchas cosas que realmente no nos aportan nada y el poco tiempo que le dedicamos a conectar con nosotros mismos, a guardar silencio y a buscar esa conexión con Jesús. Para mí, fueron dos días intensos en los que he aprendido que de la misma manera que necesitas concentrarte para estudiar, también es necesario hacerlo antes de rezar. Como Elia nos comentó, la meditación es un atrio para la oración. No podemos orar bien si al mismo tiempo estamos pensando en mil cosas.
Otra palabra es Compartir. Compartir lo vivido, compartir la experiencia. El sacerdote nos dijo en la eucaristía que un cristiano nunca se aísla, que siempre debe formar parte de una comunidad. Ese fin de semana me sentí parte de una comunidad, porque todos los que allí nos encontramos tenemos un objetivo común: vivir la fe y compartirla.”
“Llevo tiempo diciéndome a mí misma que es importante dedicar tiempo a la meditación y la oración. En estos dos días de taller me he dado cuenta que no es tan difícil ponerse a ello y dejar que se acalle la mente para abrir el corazón. Ahora, también he aprendido que hace falta perseverancia y no esperar una respuesta inmediata. La experiencia, compartida e iluminada con otros compañeros de viaje, ha sido una pequeña “cata”, un primer paso de este largo y apasionante camino y me ha impulsado a buscar espacios de meditación y oración en mi vida cotidiana para seguir ahondando en el encuentro con Dios y con mi verdadero interior.”
“Podría decirse que, más allá del gozo de poder compartir un fin de semana de silencio con los compañeros de AJ, el taller de meditación de Galapagar ha funcionado en mí como un despertador. Últimamente han pasado los días sin que haya hecho en mi vida un hueco significativo para el silencio y la escucha de la palabra de Dios, más allá de ocasiones señaladas (como la Semana Santa) o las reuniones de grupo. El fin de semana de oración me ha hecho recordar (y también podría decir, añorar y desear) la necesidad de buscar espacios cotidianos, personales y comunitarios, para ir desocupando el corazón de trastos viejos e ir dejando sitio para Dios.”
“Yo iba pensando en cómo iba a ser aquello, si mi espalda iba a aguantar… Y comenzó. Fue algo increíble, poder vaciar la mente de preocupaciones y de distracciones por un momento; y encontrar la paz y la serenidad en esos momentos de meditación… Hasta entonces el silencio para mí era fastidioso, molesto [por ser sorda]. Pero allí ese silencio era pacífico, calmado, cómodo. Y enseguida se me pasó la mañana y la tarde entre las meditaciones y las sesiones en grupo para compartir lo vivido… No me olvido de la eucaristía, celebrada al estilo antiguo, de los primeros cristianos, en el suelo y con cojines, compartiendo algo tan familiar para mí. Y me fui de allí feliz.”
“Esta última experiencia de interiorización de la oración ha seguido transformando nuestra trayectoria ahora como grupo de militantes. Nos hemos dado cuenta de lo importante que es hacer silencio en nuestras vidas. Pero no un silencio de introducirse tapones en los oídos y dejar de escuchar alrededor; sino un silencio tanto exterior como interior: un silencio reparador que nos haga ser más conscientes de la vida a nuestro alrededor y nos una más a Dios. El aprender a orar es aprender a cuidar y a sosegar el espíritu y aunque sabemos lo importante que es y lo bien que salimos de estos encuentros con nosotros mismos y con Dios, muchas veces no perseveramos en ello y no dejamos que Dios nos toque el corazón. Para mí personalmente se vuelve particularmente importante no sólo el hecho de haber orado, sino el haber compartido. ¿Qué buscaba entonces, cuando decidí inscribirme en este Encuentro de Oración? Pues la verdad es que no estoy muy segura de qué buscaba, pero sea lo que sea lo he encontrado, pues puedo asegurar que ha sido una experiencia fortificante de fe y me ha servido para darme cuenta de que el simple hecho de buscar, aunque no sepas qué estés buscando, también es una forma de responder a la llamada que Dios me hace.”
“No podía imaginar que con unas palabras, lecturas y música, yo pudiese llegar a hacer silencio en mi misma, escucharme por dentro y escuchar a Dios, relajarme y dejar la mente libre de problemas y preocupaciones, dejando actuar al cuerpo orar como en ese momento necesitase.”
“He de reconocer que eso de “meditar” puede parecer lejano, e incluso irreal. Con todas las cosas que tenemos que hacer a lo largo del día, ¿es que acaso queda tiempo libre para dedicarse a sí mismo? Yo llegaba sumergida en un vórtice de responsabilidad y trabajo, el cual me eximía de todo derecho a escuchar mis necesidades, pues había otras cosas más importantes y prioritarias que atender. Doy gracias a Dios porque Acit Joven hace tiempo que se situó en un puesto alto en mi lista de prioridades… Sólo de éste modo permití, sin rechistar un instante, que Elia Fleta apareciera en mi vórtice personal e introdujera árboles, pájaros y ríos corriendo. Paradójicamente, el silencio me hizo levantar la cabeza y atender, tanto al exterior como al interior. A ese montón de personas llegadas cada una de una parte de España, puestas por Dios ahí, contigo, justo en ese instante. Y a ti misma, exclamando sentimientos, realidades y necesidades. ¿Estuvo esa voz ahí todo el rato? ¿En qué momento el día a día la acalló…? Como quien recupera el sentido del oído de repente, me quedo con las voces que había a mi alrededor. Las voces de esas personas que te ayudan a ver lo bueno que siempre tiene la vida. Y la voz de Jesús, repitiéndote lo mismo una y otra vez, incansablemente, hasta que le escuchas. No sé cómo no se cansa conmigo… “Déjate llevar”. Gracias por recordarme que somos pura necesidad… y no es malo.”
“A este fin de semana llegaba con dudas. Nunca había meditado, y no sabía si sería capaz de hacerlo. Me dolerán las piernas, seguro, – me decía, y no lograré concentrarme. Estos eran mis miedos, pero también venía con ganas de intentarlo, con ganas de comprobar hasta dónde podía llegar. Si podía abstraer mi mente y concentrarme. Ahora que ha terminado estoy muy contento de haber venido y disfrutar de la experiencia. Realmente me ha costado menos de lo que esperaba. Me gustan mucho los momentos de silencio, y como son tan escasos en el ajetreo diario, cada fin de semana de encuentro lo disfruto mucho. Sin embargo este fin de semana ha sido especial. El hecho de concentrarse, relajar el cuerpo y obligar a la mente a centrarse en un punto, es una experiencia que me ha hecho experimentar una sensación de serenidad como nunca antes había experimentado. Cuando la mente se olvida del cuerpo, y es cierto que pasa, como decía Elia, ¡es como si te hicieras más ligero!, se vuelve mucho más libre. Fue fantástico sentirme dentro de las escenas bíblicas. Podía sentir el viento en mi rostro, los olores a mi alrededor, y las salpicaduras del lago de Tiberíades en mi rostro. Pude ver el rostro de Jesús, escuchar sus palabras y verle sonreír. Nunca me había sentido así. Es una forma de acercarse a Jesús que no había descubierto anteriormente. Sentí su calor al alcance de mi mano. Sentí como me dirigía sus palabras también a mí. De esta manera el mensaje es mucho más directo. La mirada de Dios te cuestiona. Y saberse amado por alguien tan cercano, a pesar de las numerosas debilidades, siempre resulta refrescante. Este fin de semana me ha descubierto una nueva forma de orar, una experiencia que no voy a olvidar.”
Puedes ver algunas fotos más del encuentro AQUÍ.